El viernes estuve con unos amigos en la inauguración de un bingo. Uno de los amigos del amigo... (el mundo es tan pequeño) había comprado el bingo junto a un socio. Nunca había estado dentro de un bingo. Tengo uno enfrente de mi casa desde hace años y nunca he sentido curiosidad por saber cómo son. Quizás porque no me gustan las apuestas ni creo en la suerte. (En la vida conseguir cualquier cosa me ha costado mucho así que he aprendido que si quieres algo te lo tienes que currar, nadie te regala nada. Y que no hay que llamar a la suerte; ella te encuentra. Y anda tan despistada...)
El viernes tuve la oportunidad de entrar en uno y me pareció un sitio muy triste. Como era el día de la inauguración había un pequeño buffet y me dediqué a comer. A la entrada nos tomaron los datos mientras me zampaba unos sandwiches de queso con jamón york, pequeños pero muy ricos. Había una puerta cerrada con un panel que indicaba "Esperen" "Pasen" que impedía que la gente entrara en la sala mientras se estaba jugando una partida de bingo. Cuando se encendió el cartel de "Pasen" entramos. Ocupamos dos mesas. Al momento apareció el dueño del bingo que quiso tener una atención especial con nuestra mesa por estar entre nosotros su amigo. Ordenó al camarero que en nuestra mesa no faltara la bebida. Al rato para acompañar la bebida nos trajeron unos platos de jamón, chorizo, croquetas y queso. Mientras observaba lo deprimente de aquel lugar asalté el plato. El dueño se volvió a acercar a nuestro amigo y le dio dinero para que jugáramos. No he visto una cosa tan triste como que te den 30 euros y te digan: "Toma, para que juegues". Me hubiera sentido mejor si nos hubiera regalado directamente los cartones. Se me ocurrió que podíamos levantarnos e irnos comidos y con los 30 euros en el bolsillo... Mientras comía me dediqué a mirar a la gente que estaba jugando. Me dio pena. Había una familia, padre, madre e hija, un viernes por la noche en un bingo. Bastante triste. Había un señor con el uniforme de ingeniero de ingeniero de caminos (me enteré de que tienen uniforme de gala). Es muy triste que considere una ocasión especial el ir a un bingo para ponerse el uniforme de gala. Y gente mayor jugando. Algunos solos, también matrimonios. Lo que más me chocó fue que el dueño nos vino a saludar después y, mientras comentábamos lo triste del ambiente, nos dijo que era cierto y que incluso había visto a gente que le pedía a las camareras que se acercaran al cajero que tienen instalado dentro del bingo para que les sacara dinero sin moverse de la sala y mientras seguían jugando. Él! El mismo que potencia el negocio! Me sorprendió. No pensaba encontrar allí nada que me atrajera pero lo que vi se me ha quedado grabado y ha potenciado mi poco gusto por las apuestas y esos sitios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario