El viernes fui a la reunión de Mensa. Hacía tiempo que no iba. Sigo siendo de las esporádicas. Me encontré con gente nueva a la que no conocía y también a amigos. Como siempre disfruté de una agradable conversación. Me fui pronto a casa. Los viernes suelo estar agotada de toda la semana y no duro mucho despierta. Al llegar a mi bloque descubrí que no había luz en el portal ni en los descansillos. Vaya! Qué raro. Últimamente se nos va la luz muy habitualmente. Menos mal que en las viviendas no se suele ir la luz. De pequeña recuerdo que en casa siempre había linterna y velas porque los apagones eran corrientes. Ya eso se arregló. Ahora es sólo que tengo que subir de vez en cuando a tientas a mi casa. Y la verdad. Me da un poco de cague. No sólo porque no se ve nada sino porque a la puerta de la calle muchas veces está abierta. Se le ha ido un muelle y hemos pasado de tener una puerta enorme y pesada que se cerraba por su propio peso y muy lentamente sin admitir que nadie la empujara porque ejercía una fuerza contraria a la del empuje que se le transmitía a tener la misma puerta enorme y pesada que convirtiendo todo su peso en inercia abre y cierra con un dedo. El problema está en que se le aplica una fuerza para abrirla proporcional a lo que se cree que es su peso y su resistencia y esa fuerza acaba por incrustar la puerta enorme y pesada en la pared de mármol, que por cierto ya se ha roto. Es abrir la puerta y agarrarse con las dos manos a ella intentando que la fuerza de rozamiento de los pies del que abre y que se acaba viendo arrastrado por ella contrarreste esa inercia y acabe parando la puerta. Al final los vecinos, en lugar de arreglar la puerta, le han puesto un tope para que no choque con la pared. Ahora lo que pasa es que muchos esperan que cierre sola pero no es así. Se queda toda ella grande y pesada en la misma posición. Si alguien caritativo opta por volverse y cerrarla, cierra. En otro caso se queda abierta. Y, claro, a las dos de la mañana, en un bloque en el que en el séptimo piso hay una casa en alquiler en la que están haciendo turnos para dormir y que, por lo tanto, no sabemos quién entra o sale y con una puerta tan peculiar, es toda una aventura adentrarse en la oscuridad. Así que tuve que avisar para que bajaran con una linterna o algo y me acompañaran. Las aventuras las justas. No soy excesivamente intrépida en determinadas ocasiones. El sábado seguía la cosa igual así que opté por volverme pronto y así no tener que despertar a nadie para que me sirviera de guardaespaldas. Y después de quedarme sin fiesta, al llegar al portal descubrí que había luz. Me entraron unas ganas de volverme...
El domingo quedé para patinar con unos amigos. Cuando terminamos nos fuimos a ver el ensayo de otros amigos. Tienen un grupo de música y yo me lo paso genial en los ensayos viéndoles. Suelen decir que no son buenos, que no les sale bien... pero lo mejor de todo es ver cómo van mejorando de ensayo en ensayo. Y a mi no me parece que lo hagan tan mal.
1 comentario:
Je, la puerta de mi casa es igual. Al menos a nosotros no se nos suele ir la luz.
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