En el curro decidimos adoptar una mascota.
Al principio teníamos a Dora. Dora era un hongo que creció espontáneamente en la base interior de una botella de agua mineral de plástico. Empezó siendo un moho pequeño y verde pero creció hasta llegar a apreciarse una base de botella verde fosforito. Mis dos compis y yo la queríamos mucho cada uno a su manera: yo la quería de lejos, ellos de cerca.
La cuidábamos entre todos. La alimentamos con un poco de azúcar, pensando que eso haría que creciera fuerte y verde. La teníamos colocada detrás de la torre de un ordenador no sólo para que estuviera a una buena temperatura sino también para que le llegaran las posibles microondas o chispazos que le pudieran proporcionar inteligencia al más puro estilo de Frankestein.
Todos los días nos preguntábamos por los progresos de Dora y mirábamos el culo de la botella con curiosidad esperando que el verde fuera más intenso y más abundante. Y así la tuvimos con nosotros hasta que un día nos abandonó. No por su propia voluntad como pensaba yo. Yo aposté por que le acabarían saliendo patas y acabaría desplazándose abandonándonos. Pero no fue esa la razón. Sentí pena, la verdad. Sobre todo por no ver cumplida mi pesadilla. Dora desapareció a manos de la señora de la limpieza. Aún lamentamos su pérdida y miramos con rencor a la culpable de su ausencia.
Luego adoptamos una planta. Queríamos algo distinto, algo exótico y plantamos piñones que encontramos en una piña, de vuelta del comedor. Un compi los metió en un envase de yogur entre algodones (eso es cariño) mojados en agua para que fueran agarrando. Y cuando estaban agarrando (ya asomaba un bracito verde) desaparecieron de la mesa donde estaban puestos. La señora de la limpieza debe hacer horas extras escudriñando nuestros sitios.
Ahora hemos adoptado a Willy. Willy creció de forma espontánea, al igual que Dora, en una botella de agua. Pero no es un moho. Es una masa esponjosa a modo de algodón que flota en el agua. Todo parece indicar que se formó a partir de aquarius que dejé en una botella. Guardé la botella en el armario y cuando la saqué al cabo del tiempo descubrí que había nacido Willy.
Al descubrirlo lo primero que pensé fue en hacerlo libre tirando el agua al w.c. para que así Willy llegara al mar pero mis compis se negaron en rotundo, me cortaron el paso y me prohibieron darle la libertad a Willy que sigue dentro de la botella y ocupando el antiguo lugar de Dora.
Willy no es verde. Willy es amarillento. Willy es asqueroso pero ahí está. Estoy segura de que éste sí que va a echar patas...
El nacimiento de Willy ha dado como resultado miles de ideas de proyectos de ciencias entre mis compis. Han pensado en utilizar varias botellas con distintas aguas, entre ellas del grifo de la sala del café. El agua por definición es insípida. La de la sala del café no. De ahí que se piense que es el nicho perfecto para crear vida, quién sabe si inteligente aprovechando la torre del ordenador...
Nos está viniendo muy bien la huelga del personal de limpieza para que Willy crezca libre.
1 comentario:
jjaajajjjajajjajaaaa me troncho con tus historias jjiijjiijijiji
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