Estoy muy entretenida en el curro. De pronto un SMS a mi móvil. Qué raro. Será propaganda... Pues no. Es mi hermana para avisarme de que nuestro ordenador tiene un virus.
Nuestro ordenador! Nuestro querido ordenador! Nuestro adorado ordenador! Aquel por el que tanto regañamos, con el que tanto tiempo pasamos y al que tanto apreciamos, está malito. Tiene un virus! No lo resisto y tengo que llamarla: "Un troyano. Ha sido un troyano. Parece que ya me he cargado al troyano pero ahora el pobre no se conecta a internet y el antivirus ha dejado de funcionar."
Mi ordenador sigue malito. No funciona bien. El asqueroso del troyano. Si le pillo... Me paso el día pensando qué tal estará, si estará muy dañado, si se pondrá bueno, si habrá perdido muchas cosas de su memoria, si empeorará o saldrá de ésta.
Al llegar a casa corro a su lado. Allí me tiene. Intentaré hacer todo lo que pueda para sacarle adelante. La verdad, no sé cómo ayudarle. El pobre no da muchas pistas. Sólo dice que nanai a internet y nanai al antivirus. Vamos, el mismo diagnóstico que me dio mi hermana por teléfono.
Lo único que se me ocurre es volver a instalar el sistema operativo y mi ordenador resucita.
Y aquí está, siendo reconocido por el Dr. Mr. Norton, a ver si le encuentra algún rastro del virus pero parece que está fuera de peligro grave. Puñeteros troyanos...
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