martes, 27 de noviembre de 2007
Baile español
Estoy pensando si apuntarme a clases de baile español en el centro cultural de mi barrio. Me parece una idea tan descabellada como cualquier otra. Aunque la profesora me ha comentado que su idea es enseñar cualquier tipo de baile español, se está centrando en el andaluz. Soy madrileña y, aunque porto genes andaluces (mi familia es de profundas raíces cordobesas), no siento algo especial por el baile andaluz. Me gusta bailar pero no sé hasta qué punto el baile español va a conseguir sacar de mi un paso con ritmo y con sentimiento. Hay que llevar zapatos de tacón para flamenco y castañuelas. No sé yo si me va a resultar fácil eso de taconear mientras toco las castañuelas. ¿Y por qué si no estoy muy convencida estoy pensando en apuntarme? Pues porque no hay otra cosa. Más bien no hay plaza para otra actividad. Bueno sí, hay para artesanía pero no es exactamente lo que estoy buscando. Qué pena que no haya plazas para danza del vientre o funky. Sólo un selecto grupo de privilegiadas tiene la suerte de asistir a esas clases en mi barrio. El año pasado me preinscribí a ambos grupos buscando un hueco en alguna de las actividades. Pedimos plaza más de cien y se hizo un sorteo. Un sorteo en el que se seleccionó una letra y las plazas fueron para aquellas personas cuyo apellido empezaba por esa letrita y las siguientes por orden alfabético hasta completar el número de plazas. Y colgaron en la puerta del centro cultural el listado ordenado por orden alfabético comenzando por la letra seleccionada en el sorteo y marcando las personas premiadas con una plaza. Y como si de las listas de notas de un examen se trataran allí fuímos una a una mirando a ver si habíamos sido seleccionadas. Yo, para eso de los sorteos, tengo una suerte... Tengo tanta suerte que salió seleccionada la letra siguiente en el abecedario a la inicial de mi apellido. Así que miré la lista y vi mi nombre el último del chorizo de listado de más de cien nombres que empapelaba la puerta del centro cultural. "Pero hombre ponga usted unos puntos "suspensitorios" después de un número prudencial de nombres que el nombre de la primera todas lo recordaremos pero también el de la última..." La cosa es que, para ahorrarse el tener que elegir más letras, usaron la misma para todas las actividades así que tanto en funky como en danza del vientre mi nombre era el vagón de cola de las dos ristras de nombres. Ya no tendría plaza para esas actividades pero aún quedaba la esperanza de que durante el curso la gente se diera de baja y tiraran de la lista de reserva y llegaran a mi, o sea que se tenían que dar de baja las del curso más unas cien personas que estaban delante de mi en la lista y así yo podía apuntarme. La esperanza nunca se pierde... mientras no se ponen los pies en el suelo. Yo los puse y me busqué otra cosa. Y este año siguen petados danza del vientre y funky y sólo queda artesanía o baile ejpañó.
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