Qué sensación llegar a un sitio y que esté cerrado. Un final inesperado que puede chafar un buen momento.
Quedamos una tarde. La idea inicial era ir a un sitio a tomar un refresco. El primer sitio en el que pensamos estaba muy bien: era un sitio ideal para charlar, silloncitos para sentarse, música bajita, un ambiente agradable... Menos el día que elegimos para ir. Yo tenía un constipado enorme, un constipado superlativo, el mayor de todos los constipados que se pueden pillar, y el local estaba de humo hasta arriba, un humo superlativo, un humo que no se lleva bien con los constipados.
En esas condiciones los silloncitos me empezaron a parecer incómodos, prefería sillas de respaldo rígido. La música bajita me pareció fatal para hablar. El local pasó a parecerme la peor de las ideas y en ese momento se me ocurrió lo que era una idea brillante: ir a un local que conocía yo en el que no se puede fumar. Había que andar un poco pero así aprovecharíamos para ir charlando. Y charlando, charlando llegamos al sitio. Y estaba cerrado. Pero no cerrado lo que se dice cerrado con una puerta cerrada y que pone "cerrado"... No. Estaba chapado. Sobre la puerta cerrada del local caía la persiana metálica. Mi constipado era superlativo pero el chapado del local era aún mayor. Y en ese momento una desolación... Un sentir que la idea brillante se había quedado en nada... Y es que no hay nada como querer impresionar con una buena idea y que se chafe. Y, de repente, una idea saltó a mi mente. Una idea que salvaría la situación. Una idea brillante para tapar el fallido resultado de la anterior idea brillante. "Podemos ir a otro sitio!" Y fue una idea genial. Al final encontramos otro sitio. Será por sitios.
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