"Yo no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero me pelearía para que usted pudiera decirlo." Voltaire.
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"Cuando la vida te presente razones para llorar,
demuéstrale que tienes mil y una razones para reír."
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jueves, 14 de febrero de 2008

De vuelta al gimnasio

El lunes me apunté al gimnasio. Cómo olvidar ese día... El lunes. El día de mi vuelta al gimnasio. O al gym, como lo solemos llamar aquellos que pagamos matrícula y caemos en sus redes.

Había intentado prolongar la vuelta al gimnasio con mil excusas pero se acabaron y allí estaba yo, monedero en mano pagando el mes. Un mes de condena. Pago mes a mes porque así me aseguro de que si bajo a pagar es porque voy a seguir bajando. Si no tengo ganas ni siquiera de bajar a pagar es que ese mes no voy a tener muchas ganas de ir.

Después del buen soplo de pelas (deberían pagarme por ir), directa a la sala de aeróbico. Elige: cinta para correr, step, remo, o bici. Elijo bici. Al menos estoy sentada. Eso de pedalear sin moverme del sitio, sin desplazarme, me parece carente de sentido. Lo normal es hacer esfuerzo para algo. He pensado que deberían usar nuestro esfuerzo al menos para iluminar el gimnasio... digo gym (que se me olvidaba que ya he pagado la matrícula...) así sentiría que genero energía útil.

Pues ahí estoy yo, pedaleando, mirando al reloj, mirando la tele, mirando al reloj, mirando al espejo, mirando al reloj, mirando al de al lado, mirando al del otro lado, mirando al reloj... y el reloj que no avanza y yo que estaba hasta la coronilla de pedalear. Diez minutos de bici. A los cinco ya no siento las piernas. Y el reloj cada vez más lento.

"Quizás si pedaleo más rápido, como tengo las piernas dormidas, dejaré de sentirlas y al bajar el ritmo sentiré cómo van descansando y me costará menos llegar a los diez minutos..." Este pensamiento es la prueba de que el pedalear hace que la sangre deje de regar el cerebro para regar las piernas con la consiguiente pérdida de actividad de las neuronas.

A los ocho minutos, y estando hasta el moño, me bajo de la bici. No porque me raje; es que necesito comprobar que aún tengo piernas y que sostienen mi cuerpo en posición de firme.
Comienzo a subir las escaleras que me llevan a la sala de torturas. Pues sí, es cierto. No me siento las piernas.

Distingo a lo lejos al monitor. Me acerco y con una sonrisa le digo: " Jeje, llevo tres meses sin venir por causas varias..." a lo que me contesta "sí, ya...". Traducción de la conversación: "He intentado escaquearme del gimnasio pero ya no me quedan excusas para no volver y el verano se acerca." a lo que me contesta: "como todos... a ver lo que duras tú esta vez..."

Como estoy un poco oxidada (creo que lo nota en mi temblor de piernas y mi cara sofocada) me manda hacer un circuito.
"Una serie de 10 repeticiones de cada uno vale para empezar, verdad?"
pregunto toda inocente "porchicuela".
"No, tres series de 10 repeticiones".
Me dirijo a la primera máquina cuando oigo: "No, empieza por las abdominales". No! Abdominales! Esa palabra... En realidad se llamaban "abominables" pero cuando inventaron el término "gym" sacaron el término "abdominales" todo para hacerlo más atractivo pero sigue siendo lo mismo pero con distinto nombre.

No hay escapatoria. Son muchos años de monitor de gimnasio y de tener fichada a la gente que se quiere hacer la longuis con las abdominales. Así que allí estoy yo, con cuarenta euros menos en el bolsillo, sin sentirme las piernas, tumbada en la colchoneta, y haciendo las abdominales. "Como es el primer día y el monitor está despistado me hago la mitad". Da igual. No habría podido hacer más. Casi tengo que pedir que me levanten de la colchoneta porque ya sólo no me sentía las piernas sino que tenía un intenso dolor en la parte media del cuerpo.

Y ahora las máquinas. Piernas, pecho, hombro, espalda, biceps, triceps... De mi casa salí toda lozana y al volver volví hecha un trapo. Ya lo decían: "para estar guapa hay que sufrir".

De vuelta!

Después de exactamente dos meses ya estoy aquí de nuevo. Dos meses que se me han pasado volando y en los que ha pasado de todo. Ha pasado la navidad que ya es algo. En mi barrio aún cuelgan las luces navideñas. Me parece que las dejarán ahí para ahorrarse tenerlas que volver a colgar al próximo año. Total, el tiempo pasa tan rápido...

También pasaron los Reyes Magos.

Y pasaron... ¡los exámenes! Quién me metería a mi en estos fregados... Ya acabé dos carreras pero me empezó a gustar la psicología y allá que me tiré de cabeza y sin pensarlo. Por la UNED eso sí. Así no tengo que ir a clase, me lo estudio en casa con mis libritos, mis exámenes de otros años... Y ahí voy. Por ahora aprobando y sacándola despacio pero sacándola. Lo curioso es la expectación que se forma a mi alrededor. Sólo estoy en segundo y la gente ya habla conmigo con la sensación de que la estoy psicoanalizando. Muy curioso.

La verdad es que estudio psicología para conocerme a mi misma. Me interesa más que conocer al resto. Es sumamente interesante. Estoy aprendiendo mucho y me parece que debería ser algo que se estudiara mínimamente en el colegio: unas clases de cómo enfrentarse a determinadas situaciones, cómo afrontar los problemas, cómo funciona la mente. Como personas lo necesitamos.

Dos exámenes he hecho en el mes de febrero y creo que han salido bien. Me gusta tanto la psicología que nada más terminar ya estaba mirando lo siguiente que había que estudiar. De verdad lo recomiendo. Yo voy a dos asignaturas por año (este año tengo tres porque el año pasado vagueé y me he cogido las dos nuevas más la del año pasado) y me va bastante bien si no vagueo, claro.